-JL Borges
Tomé las llaves del auto y salí inmediatamente. Es que, luego de pensarlo mientras almorzaba a solas en nuestra piecita, tenía que hacer algo para arreglar nuestra situación. Bueno, tengo que reconocer que mi posición se había ablandado desde esta mañana en la que discutimos como un par de perros rabiosos. Pero creo que podemos resarcir nuestros errores –pensaba- los cuales no creo "de fondo" sino más bien creo, o me he tratado de convencer, de que nuestras discusiones, las embarazosas situaciones que nos enrostramos y los acalorados fundamentos en los que nos protegimos tienen un punto común en nuestros beligerantes caracteres y no en errores fatales. Además, que pareja no tiene peleas.
Mientras iba manejando hacia el centro comercial, recordaba su carta cual lectura venenosa que mi subconsciente iba releyendo una y otra vez. "(...) Después de todo lo pasado entre nosotros y, más aún, luego de todo lo que me echaste en cara, te perdoné. ¿Pero qué hiciste luego? Fuiste nuevamente a verla. Lo sé, aunque no lo quieras reconocer. No sé si para decirle adiós como dices; pero eso ya no viene al caso."
Pero, ¡carajo, que uno no puede decir adiós personalmente sin que surjan temores infantiles en tu nueva pareja! En parte tiene razón. El perdón que me dio luego de nuestra última pelea fue realmente conmovedor. Me suplico que no la hiriera, y psicológicamente creo que lo hice. La denigre es cierto. No fue de hombres, pero supe disculparme en su momento. Y el hecho que me encontrara con Carla, no significa que quisiera abandonarla. Fui a aclarar un punto que no pude cerrar y a decir adiós, ¡solo eso, joder! Y ahora que pensaba que todo estaba superado, surge esto. Aunque, lo que me tranquiliza relativamente, es el saber que para ella lo nuestro es muy fuerte. También para mí, y temo que pueda perderla por esta terrible confusión. Si, es eso, una terrible confusión.
Los autos que miro en el espejo retrovisor quedan atrás, muy atrás. La velocidad relativa entre una camioneta que mi autito alcanza se vuelve constante y casi nula. La física hace lo suyo y el vértigo también. El movimiento se vuelve más acelerado, y la dejo también atrás. La radio suena sin sentido, la cambio diez veces en la primera luz roja que me detengo. ¿Hubo otros semáforos en el camino? No lo recuerdo, mi mente que soportaba un dolorcito agudo en la sien, solo seguía en esa carta.
"(...) Solo nuestro hijo, a quien siento mucho más mío que tuyo porque yo lo parí, me da algo de consuelo y real alegría. No me busca por sexo, ni para que la justifique de estupideces propias de inmaduros como tú. Solo por él llegue a perdonarte, y quise que esto funcionara a pesar de que nunca formalizaste nuestra relación. Hasta estuve en contra de mi familia por empezar a vivir contigo. Lo di todo, en cuerpo y alma, y eso te consta. Pero ahora ya es tarde. También quiero que sepas que siempre tendrás un lugar como su padre, pero solo si te lo propones. Mi marido no lo serás nuevamente, nunca más. No hay otro hombre, no necesito terceras personas para saber cuándo una relación ya no va más."
Me aproximé al centro comercial sin confianza. Con miedo, esperanza, con el nudo en la garganta y el aguijoneo de las tripas. ¿Amor? No sé. ¿Costumbre? Quizá. ¿A mi hijo? No lo sé. ¿A ella? Nos merecemos el uno al otro… creo. Mi vida pasa por estos bemoles casi siempre. Pero aún no es tarde.
"(...) No te molestes en llamarme. El celular está en la habitación. Quiero estar sola porque estoy muy mal. Nunca he llorado tanto por alguien. En la tarde estaré con el bebe en su sitio preferido en esta ciudad a la que me arrastraste. El está bien, y no tiene por qué pagar por esto. Seguro llegarás de noche, como siempre, y mi ausencia será nada para ti, como lo ha sido toda esta farsa durante todos estos años."
Hipocresía. Hábitos. Hijos. Humores. Huidas. ¿Hasta cuándo? Es la oportunidad de empezar de cero o de deshacer esto que ya empieza a oler a cadáver. No, ella me perdonará, está amarga. Pero esto no es nada. Nos hemos perdonado muchas cosas y sé que esto quedará atrás también, esto es nada. La amo con todo el corazón, pero mi cuerpo quiere libertad algunas veces. Sé que ella esta estresada por toda esta situación, pero no vamos a terminar todo lo nuestro por tonterías. Quizá debí terminar esto cuando ella tuvo la responsabilidad de los hechos. O quizá ni siquiera invitarla a salir cuando podría haber estado con otras mujeres, saliendo, cogiendo, mintiendo, hiriéndome en un círculo vicioso de vanidad, apariencias, y autosatisfacción. ¿La vida es espiral? ¿Es círculo vicioso? ¿Es línea recta o es ascendente? Al fin y al cabo, la vida solo se centra en dos hechos: el nacimiento y la muerte, lo que suceda en medio es nada, solo un remedo; y ahora solo me queda la muerte. Pero no como lo cree César Moro (…la muerte de esperar y el morir de verte lejos), sino la muerte de esperar el fin de la eternidad, como en la mitología, con una piedra redonda sobre los hombros o, mejor aún, con un buitre devorando nuestras entrañas.
Estacioné con facilidad. Veo el camino, y leo la suerte del poeta, con un camino llano y listo para escribir diálogos, nuevamente certeros, voraces, ladinos, zahories, conmovedores y convincentes. En mi casó, haré lo que tengo que hacer. Mentiré de ser el caso, creo que vale la pena. Los dos, o los tres valemos la pena. Los tres, eso es. Los tres debemos seguir. No puede fallarme esta vez. Yo ya no lo haré. Me siento paralizado y cada paso es más pesado que el anterior. Que me pasa. Nada, no soy nada. "(...) su sitio preferido en esta ciudad". Su sitio preferido. Eso lo sabía. Antes había estado acá con una tipa que tenía dos hijas y que solo cogía conmigo para obtener dinero para su guardarropa. Sus hijas la pasaban de lo lindo. Ha pasado tanto tiempo desde esos días.
Recuerdo el primer día que la traje por acá. Me sorprendí como si fuera el primero. Vocación de actor? No sé. Pero nuestro bebe se divirtió a montones. Nosotros también, estuvimos abrazados, mirando a nuestro hijo jugar, correr, y caerse y correr otra vez con una gran risa en los labios. Hasta juraría que estaba contento por nosotros. Aquella vez vinimos a celebrar una reconciliación. Una más en nuestra larga lista. Comimos en un fast-food, y hasta nos tomamos una foto. Tan buenos recuerdos. Tantos "tu-y-yo" que grabó en un montón de árboles que luego me llevaba a visitar para contemplarlos. Le implorare, si! Ya no me importa nada. Solo ella y mi hijo. Mi seguridad emocional, mi psicoanalista, y mi vergüenza al tacho. Ellos dos lo valen todo.
Doblo la esquina y sigo tieso. Como empiezo el dialogo? Tan solo seré dulce. Dejaré que desfogue, que reniegue y que gane, pero que me perdone. O estará callada como acostumbra hacer cuando está realmente enfadada. Soy nada. "(...) mi ausencia será nada para ti, como lo ha sido toda esta farsa durante todos estos años." Esperanza, si eso tenemos, y bastante fe. Sé que la vida no ha sido buena con nosotros, trabajando yo de camarero, ella moliéndose en esa guardería, y nuestro hijo con unos amigos. Pero esta vez será diferente, la vida será grata con nosotros.
Llegue y habían dos niños negros jugando y una gorda al costado. El silencio llegó solo a pesar de las carcajadas infantiles. "(...) su sitio preferido en esta ciudad". Lo confundí? No lo creo. Está todo tan vacio, como si fuera feriado. Incluso los comercios, que a esta hora del lunes deberían estar atendiendo a clientes, enamorados, y turistas, están cerrados. Que habrá pasado. Un dolor de cabeza me sorprendió al igual que en la carretera de camino para acá.
De pronto, la realidad se tornó difusa, y sentí frio en los pies, al igual que vértigo y nauseas. No puede ser. Estaban celebrando un cumpleaños en una tienda local. Tenía un letrero que decía: Disfruta el domingo con nosotros! Me senté y decidí pensar que tal vez sería un descuido de los dependientes de aquel negocio. No fue así.
Los menús que indicaban las ofertas dominicales, la poca afluencia de público, y ese ambiente familiar, tan especial de los domingos, reinaban en el ambiente. Al preguntar la hora me di con la sorpresa que eran dos horas antes que lo esperado. Fui a un tragamonedas. Pregunté al vigilante que pasaba la hora y me lo confirmó. Busqué un panel o algo que indique el día y hora, hasta que lo encontré. Eran las 5:34 PM del domingo 14 de febrero de 1988.
No lo podía creer. Hasta que relacioné extraños hechos al aproximarme al centro comercial. Uno fue el mareo que sentí y que no me dejó reconocer lugares comunes de camino al centro comercial. Tal como me pasó cuando paré en la luz roja en la que no podía sintonizar radio alguna. Yo lo atribuí a la situación estresante que atravesaba en ese instante. Además, la velocidad a la que iba me parecía más rápido de lo normal; al punto que al alcanzar a un auto, este desaparecía como por arte de magia, encontrándome alternativamente en una autopista desolada, al borde de un acantilado, a la orilla del mar, o en medio del tráfico.
Yo pensé, como muchas veces pasa a todos quienes manejamos muy frecuentemente, que eso se debía a que mi estado consciente estaba obnubilado por aquella aterradora carta que repasaba una y otra vez, y que mi subconsciente había manejado por la ruta habitual mostrándome esas imágenes de fondo como producto recuerdos pasados (Arizona, Pasamayo, Ocean City).
Recordé además que el tiempo es una dimensión en permanente relación con el estado psicológico de las personas, registrándose muchos casos de personas que se encontraron repentinamente en contradicción con el tiempo y el espacio al cual pertenecían. Como el caso de Gaspar Hauser en Alemania, o el de las señoras que decían haber visitado el Palacio de Versalles en el siglo XVII. Incluso, los fanáticos de los platillos voladores argumentan que el fenómeno OVNI somos nosotros mismos visitándonos desde el futuro.
Asimismo recordé algunas teorías físicas sobre pluriversos, y los espacios dimensionales que se creen superpuestos. Al respecto, el físico Hugh Everett interpreta ciertas peculiaridades cuánticas como una explicación racional a la posibilidad de que cada consecuencia probable a un suceso se transforme en una realidad en uno de los múltiples universos del Multiverso. Tal es el caso del enigma cuántico que representan los espejos en el sentido que la imagen que representan puede pertenecer a uno de esos universos paralelos. Muy semejante a los múltiples universos que Los Vedas representan como burbujas, una contigua a la otra.
Pero bien, ¿y yo? Me encontraba en medio de esa incertidumbre, pero sin embargo –a pesar de lo nubloso de mi visión- vi algo que me saco de ese estado. Quizá me hubiera valido quedarme así como estaba: con la incertidumbre de saber si el tiempo y el espacio, en alguna curvatura que fuera cuita de cuánticos y alquimistas, forman cavernas que albergan futuros diferentes al que tenía al frente.
Mi hijo correteaba solo, y a pocos metros de él, mi esposa y un hombre conversaban. Por sus facciones se traslucía una tristeza inmensa. Entre ellos hubieron besos y abrazos que ahora solo recuerdo como nublosas situaciones, comunes entre dos personas con vidas comunes, entre dos amantes que se dicen adiós. Si en verdad era domingo, es decir ayer, –como parecía ser este sueño, si sueño, no puede ser otra cosa que un triste sueño– yo había estado trabajando. Ella me dijo que no había salido, que no había tenido para movilizarse, pero me parece haber escuchado a mi hijo decir que había jugado muy bien ese domingo –cosa no muy frecuente cuando se queda en casa.
Los seguí, pues se habían levantado. Se dirigían a un restaurant fino. Ella llamó a mi bebé quien los seguía unos metros atrás. Caminaban los dos como tratando de inmovilizar el tiempo o quizá perennizar el momento. Retrasaron el paso, mi hijo los pasó corriendo; ellos retomaron el andar con breves choquecitos de brazo. Las nauseas invadieron mi cuerpo. No lo podía creer. Porque a mí? La imagen seguía en movimiento pero con difusa visibilidad. Él la abrazó por el talle, pero ella esquivo el beso. Y las nauseas en mi estomago. No! Tengo que evitarlo. Prefiero mantener el mareo en mi mente y recordar nada. Si, esa es la solución. Recordar nada.
Un vértigo profundo me tumbó en el suelo. Al levantarme estaba en un centro comercial idéntico, en un área de juegos idéntico; pero la sensación de no estar en el momento, me atormentó. Es posible el mundo sin ellos? Es posible mi mundo sin sentir su presencia aunque ingrata? Era una sensación terrible de nada en que seguir, la misma sensación al ver al tumba de tu ser más querido y no querer dar un paso más allá, un paso que nos aleje del momento.
Y fue lo que sentí lo que me produjo una sensación de flotar y de no estar. El desvanecimiento y la pesadez en mi mente. El recuero de mi mujer esquivando un beso a alguien. De mi hijo jugando sin mi presencia. Quise gritar, desgarrar mi camisa, pero lo que sentía era un adormecimiento, un letargo, un rigor mortis que me llenaba de ira y de congoja por mí mismo. Y toda esta vorágine de sentimientos y desencuentros me llevaban a un nuevo desierto. El ojo de la tormenta, quizá. Mi mente ya no soportaba más y tampoco quería más pensar.
Volví en mí mismo. Escuchaba bocinazos, gritos, y estruendo. El semáforo indicaba un verde que se volvió ámbar inmediatamente después que lo miré. Me recriminaban no haber dado marcha luego del término de la luz roja. Permanecí inmóvil hasta el término de esta nueva luz roja.
Por fin distinguía a una radio emisora nítidamente. Por fin mi mente estaba clara y no atorada en un bucle interminable que repasaba su carta. El auto-radio anunció las 7:34 PM. Será domingo? Llegué al centro comercial y sentí el ajetreo del lunes al término de la jornada de trabajo. Gente presurosa y el tráfico al salir del estacionamiento del centro comercial. Baje del auto con la sensación de haber llegado tarde, y en una orden psico-somática solo atiné a vomitar. La gente me observaba pero yo al fin pude disfrutar de una tranquilidad tenebrosa, aquella que sólo se pude sentir al haber escapado de la muerte.
Luego de aquel evento, sólo deje pasar el tiempo, tal como es él: testigo, juez, y verdugo. Hace una semana que retomé las actividades normales, la rutina de mi vida sin ellos. Pensar que parece ayer cuando tuve la suerte de tenerlos.
Sé que el mundo es cruel y muchas veces las promesas son rotas. Ahora no trato de consolarme con eso. Sólo sé que la auténtica verdad nunca es pronunciada, verdades a medias que se quedaron encerradas en nuestra habitación y que nunca traspasaron el umbral de nuestra puerta hacia la realidad, pues la verdad como yo la viví fue tan sólo un eco que retorna desde donde vino o a quien lo pronunció.
Ahora, solo recuerdo que cuando llegué habían dos niños negros jugando y una gorda al costado. El silencio llegó solo a pesar de las carcajadas infantiles. "(...) su sitio preferido en esta ciudad". Lo confundí? Creo que nunca lo sabré. La vida será grata con nosotros? Quizá con ella, pero no conmigo. Para mí, el nosotros será otro tiempo, otros "tu-y-yo".
Falls Church VA, Junio 2005